No se ve, pero pesa. La llevas contigo en cada conversación, en cada reunión, en cada intento de convencer. Y no es el mercado… eres tú cargando lo que ya deberías haber soltado.
Revisa esta historia:
El peso de la piedra
Un joven llegó al templo con la respiración agitada.
Sus hombros estaban tensos, su mirada perdida.
En sus manos llevaba una enorme piedra envuelta en un trozo de tela.
—Maestro —dijo con voz temblorosa—, siento que ya no puedo más.
He cometido errores, he perdido oportunidades, he dicho cosas que no debía y callado cuando debía hablar.
Siento que cargo con todo eso… como si llevara una piedra sobre mí cada día.
El maestro lo observó en silencio.
Luego señaló un sendero que subía hasta la colina.
—Camina conmigo.
Subieron durante un rato. El joven jadeaba, el sudor le caía por la frente.
El monje caminaba despacio, en calma, sin decir palabra.
Al llegar a mitad del camino, el joven se detuvo.
—No puedo más —dijo, soltando la piedra—.
Pesa demasiado.
El maestro se volvió hacia él.
—Entonces, ¿por qué la sigues cargando?
El joven frunció el ceño.
—Porque es mía… representa mis errores, mis fallos.
Si la suelto, es como si los olvidara.
El maestro sonrió con ternura.
—Hijo, soltar no es olvidar.
Es aprender sin castigarte.
El dolor te enseñó lo que debías aprender. Pero seguir cargándolo… eso ya no es aprendizaje, es castigo.
El joven miró la piedra, y por primera vez la vio diferente.
No era un peso, era una lección.
La acarició con respeto y la dejó sobre el suelo.
El monje se inclinó y colocó una flor encima.
—Cada vez que dejes un error atrás, ponle una flor. Así recordarás que el peso que soltaste te hizo más sabio.
El joven sonrió.
El camino hacia la cima seguía siendo el mismo, pero ahora… caminaba más ligero.
Reflexión:
En la vida, en la venta y en la comunicación, lo que más nos pesa no es el error… sino no perdonarnos por haberlo cometido.
Solo quien aprende a dejar sus piedras puede avanzar con serenidad y conectar desde la verdad. Buenas noches mi lector/a favorito/a.
