«¿Te parece caro?»
Eso fue lo primero que le dijo el cliente cuando escuchó su propuesta.
Ni un «buenos días», ni un «me interesa», ni un «cuéntame más».
Solo eso.
Él respiró.
No cambió el tono. No dudó.
Y dijo con firmeza:
“Te entiendo. Mi propuesta no está pensada para ser la más barata. Está pensada para darte resultados.”
Hubo un silencio.
De esos que pueden romper una negociación…
…o hacer que el otro empiece a escucharte de verdad.
Porque cuando tú dudas de lo que ofreces, el cliente lo nota.
Y cuando tú crees en tu propuesta, se transmite.
No por lo que dices, sino por cómo lo dices.
En ese instante, el vendedor recordó:
✔ El cliente quería la mejor propuesta económica posible. La tenía.
✔ Quería pagar a plazos. Conseguido.
✔ Quería garantías. Dadas.
✔ Quería sentir que ganaba. Y lo hacía.
Todo estaba hecho.
Solo faltaba que él también lo viera.
✨ “No he venido a defender el precio. He venido a recordarte por qué esta es la mejor decisión para ti.”
✍️ Minutos después, firmaban.
Creer en tu propuesta no significa ser rígido. Significa tener claridad.
Sabes el valor que aportas.
Sabes por qué lo planteas así.
Y eso te permite negociar sin traicionar la esencia de tu trabajo y de ti mismo/a.
Al final, no se trata de convencer.
Se trata de comprender.
Dale al cliente lo que quiere… pero bajo tus condiciones.
Buenas noches mi querido/a número uno.