Es un domingo tranquilo, y desayunando, me encuentro esta historia…
El sabio del río
Aquel domingo, Tomás caminaba junto al río. Había tenido una semana de altibajos: proyectos que no salieron, metas que parecían moverse un paso más lejos cada día.
Mientras lanzaba una piedra al agua, un anciano que pescaba cerca le dijo sin mirarlo:
—Bonito sonido el del agua, ¿verdad? Siempre en movimiento… pero nunca con prisa.
Tomás sonrió con educación.
—Sí, aunque yo últimamente me siento más como la piedra que como el río.
El sabio se rio.
—Eso es porque miras el río solo en la superficie. Si lo miraras por dentro, verías miles de gotas que no saben a dónde van… pero siguen fluyendo. Ninguna corre. Ninguna se detiene.
Tomás se quedó callado. El anciano tiró de su caña, sin prisa, con la serenidad de quien lleva toda la vida haciendo lo mismo.
—¿Y si nunca llego a donde quiero? —preguntó Tomás.
—Llegarás. Pero no como imaginas. No es un salto. Es una suma.
Cada día que sigues moviéndote, aunque sea un poco, el río te acerca. Lo importante no es la fuerza con que avanzas, sino que no te seques.
El anciano recogió su anzuelo vacío, sonrió y añadió:
—El secreto no está en el destino, muchacho. Está en la gota que insiste.
Y volvió a lanzar la caña.
Tomás se quedó mirando el río, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía respirar en paz.
Lo que me llevo (y te propongo)
- Muévete cada día. No busques resultados inmediatos; busca ritmo. Una acción pequeña bien hecha vale más que una gran idea sin empezar.
- Celebra la constancia. Cada día que cumples tu palabra contigo mismo, aunque nadie lo vea, estás fortaleciendo tu carácter.
- Redefine el éxito. No es llegar rápido, es no detenerte. Confía en el proceso. Anota tu punto de partida hoy y revisa tres meses después tus avances haciendo acciones pequeñas. (solamente un 3% por ciento actúa con esta mentalidad, irás por delante de muchísima gente).
Buen domingo mi lector/a favorito/a.